Hace bastante información de mi mente, cuando empecé a marcar mis primeros límites, mis ideas… preparaba mi vida para la tortura mas privativa de ella; el fin, nada, sanseacabó.
Éste período de mi viaje determinaría otro tipo de medida de la realidad que se perdía en mi camino.
Apropiarme de mis neuronas _ «inocente niña»_ por medio de constatar mi identidad.
Con expresiones que he querido apropiarme, más absurdas que las ya impuestas, pero creadas para mi exclusiva comprensión del mundo.
Caminé, dia a dia, esación tras estación y curso tras curso, sujeta al ritmo de una medida que se llamaba tiempo y mi vida continuaba siendo la de una niña de 17 años, una cria, si, pero una cría que era un atroz envase de inconformismo, dispuesta a perder de vista mi control individual.
Si el tiempo es compartido por todos y la vida es una concienzudo Aro que me ata al Tiempo, ese Aro es mi vida, única y común y corriente.
Defiendo sin maldad pero sin miedo ese Aro que acompaña mis enseñanzas, y tantas otras debilidades.
¿Quién tiene el poder de repartir el tiempo en obtusas y enrevesadas asociaciones?
Quizas el Universo, con su edad descomunal, también espera que pase el Tiempo viendolo impávido morir en otros.
¡Quién soy yo para preguntar si nos mata el tiempo!
¿es una exigencia del Universo vivir el tiempo que nos reparte concienzudamente?
Mi vida sería el resumen de otras vidas desconocidas, que encontré en mi mente, sino le hubiera robados los ojos al universo, y llevado mas allá de mi condición de estar.